sábado, 31 de mayo de 2008

VII

Sabrá Dios dónde llueve
Mientras me abandono a tus caricias.
La prudente montaña optó por el silencio
Y la noche misma es un mar de estrellas.

Veo tus ojos buenos, ojos buenos de mujer honesta
Ese rostro valiente que destila justicia
Y me siento bien, en la azotea de los tiempos,
Contemplo el oro que buscaron alquimistas
Ignorando el poder del silencio
Nadando entre notas como plumas
Despertando al soñar que sólo entienden los poetas.

David Alberto Campos V, Plenitud, 2008

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